domingo, 25 de agosto de 2013

Enrique Molina. El poeta errante (Javier Cófreces)





Si tuviera que definir en pocas palabras el encuentro con Enrique Molina diría que fue el premio a la paciencia, o mejor, a la insistencia. Durante más de seis meses procuré entrevistarme con él, pero fue un año difícil para el poeta. Estuvo muy delicado de salud durante los primeros meses, y aunque se sobrepuso, debió soportar alguna recaída que lo tuvo a maltraer. Tiene 83 años y su organismo probablemente lo acusa más que él, ya que se lo ve espléndido y vital.
La lectura de Hacia una isla incierta, su último libro, editado en 1992, es el mejor testimonio de su potencialidad. No obstante, al tenerlo delante y tras conversar un par de horas con él, no quedan dudas de que Molina es un hombre tremendo, activo, con una energía y una vitalidad creadora envidiables.
El mismo reconoce ser poco afecto a las notas, reportajes y relaciones públicas hoy día y confiesa "haber quedado mal con mucha gente" a quien no correspondió. "Soy un pésimo corresponsal", no se cansó de repetir durante la charla. "No tengo tiempo, o no me organizo para responder las cartas que me llegan o los libros que recibo por decenas durante el año".
Su tiempo todavía se divide entre la plástica y la poesía: "Sin embargo, en un momento de mi vida decidí optar por una de ellas, a lo mejor me equivoqué; con la pintura probablemente hubiera hecho dinero. Uno ya sabe que con la poesía eso es imposible, de todos modos me aferré a ella". El living de su casa de Palermo está repleto de cuadros que pintó, con esas maravillosas mujeres gordas, tan generosas como los colores que desbordan las pinturas. Acaba de concluir unos textos para la puesta en escena de su novela Una sombra donde sueña Camila O Gorman, que próximamente será convertida en ópera. También planifica un viaje a México- "parece mentira pero allá me consideran más que aquí"-y comenzó a enseñarme revistas y diarios de este año con notas y comentarios acerca de su obra publicados en el exterior. El propósito es presentar una exposición con sus cuadros, para lo cual tiene previsto concluir varios collages para completar la muestra.
Con el paso de los minutos la conversación se hacía más distendida y fue nombrando poetas argentinos, libros y recuerdos. A cada momento se levantaba de su sillón en busca de material para apoyar lo que decía enfáticamente, hasta llenar de revistas, notas y papeles la mesa.
Todo el tiempo citó a poetas y en más de una ocasión exaltó el valor del surrealismo, al que considera "el movimiento cultural más importante del siglo". Todas sus reflexiones aparecieron sinceras, transparentes y conmovedoras.
Hacia el final del encuentro la emoción de quien escribe estas líneas se vio sacudida por una pregunta, sobre la despedida, esta vez proferida por Molina: "¿Cómo anda aquello de la Poesía Descarnada? (un grupo poético creado por Jonio González, Miguel Gaya y Javier Cófreces hace más de 15 años), todavía lo recuerdo con simpatía."
En ese momento y después de admirar tantas cosas en Molina, empezando por su magnífica obra y siguiendo por la lucidez implacable de su discurso, comprobé que su memoria también dejó espacios para los gestos de generosidad y acercamiento a los demás.

Javier Cófreces


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